LA SIDERURGIA MALAGUEÑA Y LA PRIMERA
GUERRA MUNDIAL
Tras
dos intentos fallidos de reflotar la empresa siderúrgica fundada en Málaga por
Manuel Agustín Heredia -el primero en 1900 por parte de un consorcio financiero
franco-belga y el segundo en 1912 por un grupo franco-español-, en 1916, en
plena vorágine de la Primera Guerra Mundial, los nuevos propietarios de la
antigua Ferrería de Heredia decidieron poner en funcionamiento un alto horno. El
impulso vino de una nueva sociedad denominada Metalúrgica y Minera de Málaga, escriturada el 5 de febrero de
dicho año, con un capital de 500.000 pesetas, aportado mayoritariamente por las
fábricas de acero y forjas de Firminy. De esta manera los empresarios trataban
de aprovechar la enorme demanda de hierro que las necesidades de la guerra
habían generado.
En un solemne acto que tuvo lugar el 30 de abril de
1916, con asistencia de las autoridades eclesiásticas, civiles y militares,
diputados y senadores -la fotografía de La
Ilustración Artística recoge el momento-, los invitados a la ceremonia
presenciaron la primera colada de arrabio y la entrada del hierro fundido en
los moldes, así como otros detalles de la fabricación.
La prensa malagueña con grandes titulares informaba a
sus lectores del acontecimiento y destacaba la labor del nuevo director de la
Sociedad Sr. Bergeron que había conseguido en escaso tiempo poner en
funcionamiento el alto horno paralizado desde 1907 y que ahora proporcionaría
“provecho, bienestar y riqueza a Málaga” (El
Popular 1-5-1916)
El encendido del alto horno generó de inmediato una
fuerte polémica, a raíz de un artículo publicado en ABC por su colaborador Sr.
Pujol en el que defendía que Alemania no debía tolerar el funcionamiento del
alto horno malagueño debido a que gran parte de su producción iba destinada a
los países aliados y que ello daba derecho a Alemania a torpedear los buques
españoles que transportasen dicha mercancía.
La respuesta de la prensa malagueña fue inmediata.
Tanto El Popular como La Unión Mercantil y El Cronista rechazaron
en términos contundentes el contenido del artículo de ABC y protestaron contra
las afirmaciones de su autor.
El Popular, diario republicano,
tachaba de antipatrióticas estas manifestaciones y acusaba al “cronista germanófilo del ABC”
de causar un grave perjuicio a Málaga porque intentaba privarla de una
industria que ocupaba “a infinidad de obreros y empleados” y era un medio de
riqueza esencial.
En parecidos términos se expresaba El Cronista: “La Sociedad Metalúrgica y Minera de Málaga
ocupa en sus labores, por ahora, más de un millar de obreros que en otro caso
padecerían hambre, activa las faenas de nuestro puerto, que bien ha de menester
de ello ante la crisis que atravesamos; reparte beneficios entre buen número de
elementos auxiliares de esta capital y aporta a otras industrias que lo
necesitan quince mil toneladas de hierro. Y todo ello sin que faltemos en lo
más mínimo a los deberes que tenemos como neutrales, diga lo que diga el Sr.
Pujol”. Y pedía que la adhesión de instituciones y corporaciones de Málaga a
esta protesta.
Incluso periódicos de tirada nacional como La Época intervinieron en la polémica. El
diario madrileño también se manifestaba en contra de los argumentos del Sr.
Pujol. “Esta teoría nos produce asombro. Pues qué. ¿No están exportando los
Estados Unidos armas y municiones a los países aliados enriqueciéndose
considerablemente? Y cuando Alemania ha hecho alguna observación los Estados
Unidos han respondido que ellos venden las armas a quienes se las compran con
lo cual no se han roto ni enfriado las relaciones entre ambos pueblos. ¿Cree el
cronista de ABC que debe haber dos pesas y dos medidas, una para los Estados
Unidos porque son poderosos y otra para España porque no lo es?”. A
continuación aducía las mismas razones que los periódicos malagueños. El alto
horno proporcionaba mucho empleo e irradiaba riqueza. Y terminaba recordando
casos a la inversa. Holanda y Suecia no
han tenidos estos escrúpulos para exportar
sus productos a Alemania. (La
Época 1-5-1916)
Superado este obstáculo surgido en el momento mismo
del inicio de la producción, el alto horno malagueño continuó su andadura a lo
largo de la guerra, no sin que aparecieran otro tipo de problemas como la
huelga de agosto de 1916, en vísperas de la gran convulsión del año 1917. La
empresa estuvo en funcionamiento hasta 1924 en que se produjo el cierre
definitivo.
El caso del alto horno malagueño constituye un ejemplo
más del apasionamiento con que los españoles vivieron la contienda europea. A
propósito del hierro producido en Málaga, aliadófilos y germanófilos expresaron
sus diferencias con acritud; en esta ocasión con motivo de un producto esencial
para las necesidades bélicas, el acero.
Cristóbal
García Montoro