jueves, 13 de febrero de 2014

Crónica del atentado a Francisco Fernando

ALSE - España y la Guerra :: Anecdotario

En no pocas ocasiones, en la divulgación histórica, se hace mención al asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono austrohúngaro, como el episodio fundamental que desató la Primera Guerra Mundial. Si bien las causas de ésta son mucho más complejas y se enraízan en las relaciones del pasado de los países beligerantes, sí podemos considerar que el atentado de Sarajevo fue la gota que colmó el vaso. Este episodio ha sido explicado en la historiografía con todo lujo de detalles, por lo que en este pequeño artículo comentaremos cómo fue la reacción de la prensa española al tener noticias de la muerte del Archiduque y su esposa.

Quizá uno de los periódicos que más interés puso en la noticia fue La Correspondencia de España, que en la mañana del lunes publicó a cinco columnas la noticia del atentado, haciéndose eco de los telegramas que habían ido llegando poco a poco durante la tarde y la noche del domingo: 
PARÍS. Un telegrama urgente da cuenta de un horrible crimen. La noticia ha producido en París gran impresión. El Archiduque Francisco Fernando, heredero del trono de Austria, que se hallaba actualmente en Sarajevo (Bosnia), atravesó hoy las calles en un carruaje, acompañado por su esposa la condesa de Chotek de Chotkowa, para asistir á una recepción que se celebraba en el Ayuntamiento. Cerca de éste, un obrero tipógrafo lanzó una bomba, que hizo explosión. Los Príncipes resultaron ilesos de este atentado. Celebrose acto seguido la recepción en el Ayuntamiento.
El Archiduque Francisco Fernando y su mujer en Sarajevo

Con el paso de las horas, las redacciones de los periódicos iban recibiendo más telegramas que contaban con más detalle el episodio. En el caso de La Correspondencia de España, el corresponsal enviaba al periódico los telegramas traducidos que llegaban a París. A continuación contó los pormenores de un primer intento de atentado, en el que los Príncipes salieron ilesos:
PARÍS. Se reciben nuevos detalles de los atentados de que han sido víctimas los Príncipes herederos de Austria. Celebrábase, como es sabido, en honor suyo una recepción en el Ayuntamiento. La fiesta había atraído al pueblo, que desde bastante tiempo antes á la hora señalada para la recepción formaba ya una masa compacta ante el edificio del Ayuntamiento [...]. La animación era grandísima. La multitud iba aumentando por momentos y la ansiedad también [...]. El carruaje avanzó lentamente, entre aclamaciones de la multitud. Cuando ya se hallaba cerca del Ayuntamiento, un hombre se abrió paso entre la muchedumbre, y lanzó contra el carruaje un objeto pesado y grande. Un grito de terror se escapó de todos los labios, porque desde el primer momento se adivinó que se trataba de una bomba. El Príncipe, que advirtió perfectamente toda la maniobra del agresor, no perdió la serenidad ni un instante. Levantóse del asiento, y alzando su brazo derecho, desvió la bomba. Esta fué á caer en el suelo, junto al coche que marchaba detrás del de los Príncipes, y en el que iban los ayudantes. La bomba hizo explosión, y sus cascos hirieron á algunos de los oficiales. En la multitud se produjo gran pánico; pero las gentes reaccionaron pronto, y prorrumpieron en aplausos y vítores á los Príncipes. Varios agentes, los compañeros de los oficiales heridos y algunos curiosos se abalanzaron sobre el agresor y éste quedó detenido. Costó grandes trabajos evitar que fuera linchado por la multitud. Los Príncipes, sonrientes, saludaban al pueblo, y éste seguía aclamándoles con frenesí. El carruaje avanzó hasta el Ayuntamiento. Una vez en el Ayuntamiento, se pensó en suspender la recepción anunciada. Pero los Príncipes [...] rogaron que no se aplazase la fiesta [...]. Terminado el acto, los Príncipes ocuparon nuevamente el carruaje y salieron á la calle. En ésta esperaba un gentío mayor aún que al que había esperado á la llegada. Los Príncipes habían rogado que no se extremasen las precauciones, á fin de que el pueblo, que deseaba saludarles con sus aplausos, pudiera acercarse al coche. Y así se hizo. [...]. Parecía que las gentes, para desagraviar al Archiduque y á su esposa, forzaban su entusiasmo hasta el mayor límite.
Detención de Caprinovic, tras arrojar la bomba al paso de los Príncipes

El lanzamiento de la bomba fue infructuoso. Por desgracia para el heredero al trono, el complot no había finalizado. Eran varios hombres, pertenecientes a la organización Mano Negra, los que estaban diluidos entre el gentío para llevar a cabo el asesinato, entre ellos, Gavrilo Princip:
(sigue) Pero de pronto surgió lo que no podía esperarse. Un joven avanzó rápidamente hacia el carruaje, empuñando una pistola, y antes de que nadie pudiera evitarlo, disparó hasta cinco veces, primero sobre el Príncipe y después sobre su esposa. Los más cercanos al criminal se abalanzaron sobre el agresor, golpeándole y evitando que siguiera disparando. Los Príncipes habían quedado inmóviles en el coche. Él tenía el rostro cubierto de sangre: uno de los disparos le había hecho blanco en la cara. Los ayudantes y buena parte del público acudieron presurosos en auxilio de los Príncipes. Estos vivían aún; pero su gravedad era tal, que fué inútil intentar nada; sobrevivieron escasos minutos al atentado. 

Los siguientes telegramas que iban llegando describían muchos más detalles del atentado y cuáles fueron las reacciones que se produjeron tras la noticia. La crónica del corresponsal en Viena explica, en primer lugar, cómo se recibió la noticia en la capital austriaca:

VIENA. Hoy, como domingo, no se publicaban periódicos. Pero al tenerse noticia del criminal atentado contra el Príncipe Francisco Fernando y su esposa, los periódicos se apresuraron á hacer ediciones especiales, lanzándolas á la calle con la noticia terrible, dicha con el mayor laconismo, porque apenas si los primeros telegramas contenían detalle alguno. Cuando estos números extraordinarios aparecieron eran las cinco de la tarde. Las calles estaban casi desiertas, porque la mayor parte de la población, siguiendo su costumbre de todos los domingos, había marchado á los alrededores para pasar el día en el campo. La noticia produjo la emoción que fácilmente puede adivinarse y se esparció fuera de la ciudad con rapidez increíble. Pronto comenzaron á llegar gentes del campo, ansiosas de conocer detalles. Y como su ansiedad no fuera satisfecha por las ediciones especiales de los periódicos marcharon á las Redacciones y á los Centros oficiales en busca de nuevas noticias. La emoción en todas partes era tremenda; las gentes estaban consternadas. En todos los edificios oficiales apareció la bandera izada á media asta [...]

Pero quizá la reacción más dura a la noticia fue la del Emperador Francisco José:
VIENA. La noticia del asesinato de los Príncipes le fué comunicada al Emperador con todo género de precauciones. Apenas Francisco José adivinó que se trataba de algo grave, exclamó con gran ansiedad:  
-¡Contádmelo todo! ¡No me ocultéis nada! ¡Lo ruego, lo pido con todo mi corazón! ¿Qué es lo que ha ocurrido?   
El Emperador escuchó todo el relato con gran serenidad. Cuando hubo terminado, exclamó con voz afectadísima por la emoción:   
-¡Es desastroso... desastroso!   
Y rompió a llorar. Luego procuró, aunque inútilmente, dominar la impresión que la terrible noticia le había producido, y dijo:
-¡Cuántas amarguras he sufrido en este mundo! ¡Todas las desgracias han pasado ya sobre mí!
 
Después el Emperador se trasladó á sus habitaciones á dar las órdenes para su marcha á Sarajevo.

A pesar de la fuerza de la crónica, es necesario tomarla con precaución al tratarse de un acto en el que el periodista probablemente no fue testigo directo. La exclamación en la que el Emperador se quejaba de sus desgracias no era un llanto hueco: su hermano, Maximiliano de Austria -aquel que sería Emperador de México- murió fusilado en el país americano por las fuerzas de Benito Juárez; su hijo Rodolfo, aquel que debería haberle sucedido en el trono, murió junto con su amante, probablemente en un suicidio pactado de ambos (aunque no faltaron rumores que apuntaban a una conspiración); y su mujer, la Emperatriz -la célebre Sissi- murió asesinada en Ginebra.

Son muchos los periódicos que cubrieron las informaciones sobre la muerte de los herederos, con coberturas muy parecidas a la de La Correspondencia de España. Quizá este diario fue uno de los que más interés mantuvieron. No fue, por tanto, un episodio ignorado o del que apenas se referenciara en España.


Fuentes:



IH - Enero de 2014

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